A LAS TRABAJADORAS Y TRABAJADORES DE LA DIÓCESIS DE QUILMES
Es un 1° de Mayo que seguramente quedará muy grabado en el corazón del pueblo argentino. La pandemia del COVID 19 ha teñido la vida de toda la sociedad. Cada año conmemoramos el Día Internacional de los Trabajadores, y suele ser un símbolo de esta fecha los locros o asados que se comparten en las familias, en los sindicatos o clubes de barrio. En algunos años, el 1° de mayo acentuó mucho más la índole reivindicativa de los derechos de los trabajadores.
Este año las ollas populares, con alimentos provistos por la generosidad de los vecinos y por la asistencia del Estado, será la nota que se resaltará en el marco de la pandemia. Hombres y mujeres con la imposibilidad de acudir a sus lugares habituales de trabajo; otros que no pueden salir a realizar su changa; otros que, arriesgando su salud, deben cumplir el servicio humanitario de su trabajo en los centros de salud, de cualquier índole, o presentarse en sus puestos de guardias en las instituciones de seguridad pública. En fin, un 1° de mayo atípico.
Esta pandemia nos ha sorprendido a todos y, como nos ha dicho el Papa Francisco, “Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos” (27/03/2020)
Queremos compartir con ustedes, hermanas y hermanos trabajadores, los sentimientos de pastores preocupados por las necesidades agravadas por los avatares de esta peste que se extiende. Son los sentimientos que nuestro primer pastor, el Padre Obispo Jorge Novak, expresaba en la primera Misa de la Esperanza, el 26 de octubre de 1996. Decía: “Estamos reunidos por un sentimiento religioso, ampliamente compartido. Hijos de Dios, redescubrimos, en el dolor generalizado, nuestra condición de hermanos en Jesús. Acercarse a Dios es experimentar su infinita sensibilidad frente al desamparo de tantas familias… No es voluntad de Dios que miles de padres de familias sean sometidos a la desesperación, al no encontrar soluciones a su estado de desocupación. No es voluntad de Dios que nuestros niños crezcan desnutridos, que nuestros jóvenes vean el horizonte cerrado a ideales de felicidad y de creatividad; que nuestros jubilados arrastren una existencia lánguida, casi como una agonía prolongada”.
Nada debe ser igual, después de esta experiencia que vive toda la humanidad. En la intimidad de nuestros hogares, en el compartir que podemos hacer a través de las redes, en los encuentros virtuales que tengamos, en la reflexión personal, deberemos ir no sólo soñando un mundo diferente, sino ir optando por actitudes diferentes, por nuevos valores a incorporar a nuestro modo de pensar y de obrar. El Padre Obispo Jorge, en su última Misa de la Esperanza, el 25 de noviembre del 2000, decía: “Comenzamos por preguntarnos cuáles son los obstáculos que cierran el camino de nuestro pueblo. Preguntamos quién o quiénes están trabando el paso de nuestra gente por el sendero de la historia. Nos cuestionamos sobre las intenciones de grupos pequeños pero poderosos que avanzan sobre los cadáveres de miles de pacíficos hombres y mujeres, que reclaman un mínimo espacio para vivir dignamente”. El lema de esa Misa era: “No hay esperanza sin justicia”.
A veinte años, sin perder la memoria de tantas causas conquistadas, de tantos derechos reconocidos, de mucha vida entregada, seguimos enfrentando desafíos nuevos, profundizando el compromiso en la causa de los más desprotegidos.
El Papa Francisco, en su rico magisterio social, nos va ofreciendo elementos para construir una sociedad más justa y solidaria, a partir las situaciones concretas que vive el mundo del trabajo. Muy cercano a las realidades que viven los pueblos, particularmente las naciones latinoamericanas, son elocuentes sus palabras en Bolivia, en el Encuentro con los Movimientos Sociales (Julio de 2015):
“Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» ¿De acuerdo? (Trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales ¡no se achiquen!
“Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores de siempre motivados por el amor fraterno que se rebela contra la injusticia social. Cuando miramos el rostro de los que sufren, el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando recordamos esos «rostros y esos nombres» se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos…”
Al iniciar su pontificado, en el año 2013, Francisco nos presentó a la Iglesia una Exhortación programática, sobre el anuncio del Evangelio, en la que dedicó un capítulo para hablar de la dimensión social de la evangelización. Entresacamos algunos números que ayudan a la reflexión en esta fecha de los trabajadores:
“La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica… ¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia” (EG 203)
“Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos. (EG 204)
“¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos. ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social. (EG 205)
Queridas trabajadoras y queridos trabajadores de los partidos de Berazategui, Florencio Varela y Quilmes, sus obispos les expresamos nuestro agradecimiento por su entrega diaria, a veces gastada “tras lo inhumano de un jornal” (P. Julián Zini), a los que están encuadrados en un trabajo formal, como a los que no han podido encontrar una cierta estabilidad laboral. Nuestro saludo a los jóvenes que se incorporan al mundo laboral, para que puedan brindar con alegría sus energías y sus deseos de adquirir nuevas destrezas en el desarrollo de una actividad, en cualquier tipo de trabajo. Nuestro reconocimiento a las organizaciones sindicales, en la persona de tantos delegados que a veces deben atravesar por injustos malos tratos a causa de la defensa de los derechos de sus compañeros; a todos aquellos que trabajan en la organización de las personas para lograr esos derechos sagrados: el techo, la tierra y el trabajo.
Hoy, más que nunca, suenan en el corazón las palabras de Francisco: “La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar… Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales” (EG202)
Rogamos la intercesión de San José Obrero, a quien la Iglesia Católica hoy honra. En sus brazos sostiene al Niño Jesús, hijo de Dios y de María. El carpintero que enseñó a trabajar al Salvador del mundo, nos ayude para encontrar caminos de justicia y de paz para todo el pueblo trabajador, en estos difíciles momentos que vive la patria y el mundo entero.
+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes
+ Marcelo Julián (Maxi) Margni
Obispo Auxiliar de Quilmes